Cada cual se impone sus propias metas en la vida —o ninguna—. En el ciclismo es igual, tratas de mejorar, competir y ganar, pasear, tener una mejor bicicleta o muchas bicicletas, transportarte, repartir mercancía, quedarte en el sofá o incluso concretarte a conducir un automóvil y pensar que los ciclistas están locos. Cada cual escoge su veneno.

A mí me pasó que luego de una grave lesión en el pie que me incapacitó —cosas de la edad y la anatomía que no de la bicicleta— y me impidió pedalear, durante algún tiempo también caminar, mi condición física se fue al traste después de más de un año sin practicar el ciclismo encadenado con la pandemia. Así que ahora me veo en el proceso de regresar. O al menos intentarlo, más allá de transportarme con mi bicicleta por las calles de la ciudad, trato de regresar a la ruta y hacer deporte, recuperar mi condición física —no alcanzaré mi nivel de antaño por la edad—, las emociones y disfrute que conlleva el ciclismo.

Viviendo esto en carne propia, me queda claro el proceso y las enormes dificultades que profesionales como Chris Froome o Egan Bernal han tenido para regresar a su nivel competitivo luego de una grave lesión. A los ciclistas aficionados, no se nos exige tanto, así que es posible recuperar el nivel de condición previo, y en las primeras etapas se notan los avances muy rápido.

Para entrenar adecuadamente y ver resultados, hay que esforzarse, ser disciplinado, imponerse un plan de trabajo, un calendario. Tener un punto de referencia, ya sea el más simple como cronometrar una distancia medible y verificar tu avance con el tiempo hasta contar con un potenciómetro, en cuyo caso, hacer una prueba de FTP inicial redactar un plan de entrenamiento basado en potencia e ir haciendo pruebas periódicas para constatar mejoras y analizar cuándo es necesario hacer un alto para recuperarse.

Como no tengo potenciómetro, yo elegí un viejo conocido, el VO2 Max, que consiste en medir tu capacidad aeróbica, la mía era un desastre. Lo más preciso es hacer esta prueba en un laboratorio, el problema es que cuesta y no es accesible para quienes no son atletas de alto rendimiento; pero existen los test de Navette, Balke, Cooper y Rockport, yo elegí este último, que consiste en caminar una milla plana a toda velocidad y medir las pulsaciones al término, luego se aplica la fórmula de Rockport.

Este test es fácil de aplicar por uno mismo si se tiene a la mano una pista de atletismo de 400 metros y se dan cuatro vueltas, el óvalo del Autódromo Hermanos Rodríguez que mide una milla, o como en mi caso, un largo camellón de arcilla que mide 800 metros justos y requiere una ida y vuelta. Se debe caminar la milla (1.609 metros) lo más rápido que puedas. Lo que sigue es tener un pulsómetro —los lectores de pulso con cámara de celular fallan— para conocer las pulsaciones al terminar y un cronómetro para medir el tiempo empleado, aquí sí, el celular ayuda, también sería útil una fitness band. Hay alguna app para móvil que tienen este y otros tests. La fórmula de Rockport es la siguiente: 132,7 – (0,17 x Peso Corporal) – (0,39 x Edad) + (6,31 x Sexo, por 0 si es mujer o por 1 si es hombre) – (3,27 x Tiempo empleado en minutos) – (0,156 x Frecuencia Cardiaca, pulsaciones por minuto registradas).

Como era de esperarse, mi primer test reflejó un desastre, pero sí, he ido mejorando notoriamente.

Pues bien, los otros ingredientes de un buen programa de entrenamiento, luego de la cuantificación, es que haya esfuerzos progresivos en volumen e intensidad y sobre todo que haya variedad, no hacer lo mismo siempre, eso limita el progreso y provoca estancarse en una meseta de rendimiento, de la que es difícil salir. Digamos que hay que combinar distancia con sprints, o series de intervalos, subidas, planos, sesiones de resistencia, fuerza y velocidad.

Pese a todo lo anterior —y aquí viene el meollo—, decidí hacer rutinariamente la misma subida, al menos una vez a la semana, para ir progresando en velocidad y para medir mi avance a la antigua. Es que mi coco son las subidas y como aún tengo problemas en el pie, hacer fuerza en el pedal me puede provocar desde molestias hasta un dolor incapacitante, lo que me exige cadencia. Pero me aferro a poder volver a hacer subidas, vaya, prácticamente todas las rutas que rodean a nuestra ciudad son puertos de montaña. Y la más plana, para salir, tiene su subida, corta pero intensa. Además, me parece pese a no ser un escalador, que las subidas son lo más interesante del ciclismo en términos de reto físico y mental, luego vienen los descensos, por supuesto. La tierra no es plana.

Bicicleta de los ochenta. Un poco más pesada que las actuales y con menos avances tecnológicos, por lo que comparativamente es menos rápida.

La cosa es que decidí hacer esas subidas en mi bicicleta de ruta antigua de acero, parece una tontería, y muy probablemente lo sea, pero hay un toque romántico y nostálgico en el asunto, además del reto quise tener un capricho adicional, las palancas de cambios en el cuadro tienen ese no sé qué épico de antaño. La geometría de ese cuadro es la peor posible para escalar y acelerar, tiene las vainas muy largas y la distancia entre ejes también, pero ya sabes el apotegma: «lo que cuenta es el indio, no la flecha», Además persisto en la creencia, no sé si válida, de que entrenas con una bicicleta pesada y luego vuelas con la ligera. Tal vez habría que entrenar siempre con esta última para desarrollar la cadencia y aprovechar las mieles de la tecnología moderna.

Así que ahí me tienen, jadeando en las primeras sesiones en subida, como un costal tratando de rodar para arriba, siempre la misma distancia, media hora de sufrimiento y dolor cada vez. Para los que no lo entiendan, es muy reconfortante y tiene una recompensa vital enorme. Treinta y un minutos para hacerlo. Y otra vez, treinta y un minutos, con la presión del Strava frustrándome cada vez. Hasta que llegó ese día que todo ciclista que lea esto sabrá reconocer su valor, ¡dos minutos menos!, sufriendo lo mismo claro. Y a la semana siguiente otro descuento igual. No puedo decir qué satisfacción más grande puede sentirse, y seguro mis colegas de la ruta lo habrán sentido más de una ocasión en situaciones como esta, llegando a un puerto o alcanzando ganando a otro ciclista por primera vez. Se parece mucho a cuando de niños pudimos controlar la bicicleta por nosotros mismos, es algo revelador y que sigue rejuveneciéndote y vitalizándote.

Por eso, soy tan terco incitando a quien no hace ciclismo, para que se suba a una bicicleta y emprenda su aventura personal. Tan personal que, lo celebras íntimamente, y no andas como yo en este texto, exponiéndolo públicamente, esos triunfos se guardan en el cofre del corazón, en silencio. Hago esta confesión abierta e impúdica, porque quiero que más gente goce de ese misterio, sobre dos ruedas y a pedales. Luego tendrán la oportunidad de platicar y compartir a quienes les plazca sus hazañas, triunfos y aventuras, pero los pequeños éxitos y frustraciones esforzándose para lograrlo, los pequeños minutos ganados, esos los callarán, lo puedo asegurar.

Dirán algunos que con el Maratón es lo mismo, no, lo mío son las bicicletas y hablo de ellas, la velocidad que alcanzamos y porque son muy divertidas. Ahí están el Duatlón y el Triatlón, para quienes les gusta correr a pie, y también en bicicleta.

Luego un día, decidí sacar a la ruta la bici moderna, pesa tres kilos menos que la otra, tiene una geometría hecha para correr, trepa mucho mejor, cuenta con más desarrollos o velocidades que permiten ajustar la cadencia finamente —ambas tienen un desarrollo menor de 39-28—, es una bicicleta de carreras pura sangre. ¡Ese día bajé el tiempo siete minutos!, con el mismo esfuerzo. Por cierto, en algún momento con el corazón saliéndoseme por la boca, creí que tardaría más, pero gané siete minutos al final. En la meta, comiéndome un plátano, reflexioné sobre lo que dijo Greg LeMond que algo sabía de esto: «Nunca es más fácil, simplemente te vuelves más rápido». Y seguramente en una bicicleta más moderna, con cuadro y ruedas aerodinámicos de fibra de carbono y buenos componentes haría menos tiempo, estoy por averiguarlo.

Ese es el otro secreto mejor guardado del ciclismo y el más predicado a todos los vientos por la industria: La bicicleta cuenta, hay unas más rápidas que otras y cuenta mucho. Lo que lleva a la otra fuente de placer, cuando cambias a una bicicleta más buena, lo sientes y se disfruta más, te brinda una mejor conducción, eres más rápido o pedaleas más ligero, responde mejor a la fuerza que le imprimes, subes mejor. Por eso hay quienes no paran de actualizar sus bicicletas, de mejorarlas con ruedas nuevas y otras cosas, de ir cambiándolas subiendo a modelos de gama cada vez más alta, es que la búsqueda de esa sensación de mejora que sientes con la bici, es muy placentera.

Bicicleta Cube Agree, con el «cockpit» limpio sin cables, que van ocultos, cuadro y ruedas aerodinámicas. Grupo Shimano Ultegra Di2, se ve y es rápida.

Por lo general, los ciclistas buenos no persiguen tener una bicicleta mejor por ir de faroles o por pretenciosos —que los hay—, también existe un gusto estético, técnico y la ambición por lo novedoso, pero lo más importante es ese placer indescriptible cuando la máquina responde mejor a lo que le aportan tus piernas, quieres más. No es lo mismo que con un coche, que con mejor motor es más rápido —el coche, no el conductor—, la diferencia vital, es que con la bicicleta el motor es el ciclista y este quiere una máquina que saque el mejor provecho del esfuerzo que le imprime. Es que —muchos ciclistas estarán de acuerdo conmigo— la bicicleta llega a formar parte de ti cuando vas a toda marcha encima de ella.

Llega eso sí, el momento en que lo que cuenta es el ciclista, cuando se tiene que esforzar para ganar al otro o llegar más lejos, donde el esfuerzo continuado trae sus frutos, independientemente de la bicicleta. Acla hora de competir, gana el mejor, rueda mayor distancia y llega más pronto el que entrenó más, el que se esmera más —y un poco de suerte, que lo digan los profesionales—. Una bicicleta buena o mala, barata o cara, utilizada como perchero es un desperdicio. He escrito demasiadas veces la palabra ‘más’, ¿pero, qué no se trata de eso?, de más y mejor, buscando la fuente de la eterna juventud, gozarte plenamente y medir de lo que eres capaz.

Así que amable lector, si llegaste hasta aquí y no has gozado del ciclismo, por favor, empieza ya. A los ciclistas experimentados, los invito a contrastar mis opiniones y compartir las suyas más abajo en los comentarios, será un placer leerlos.

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Una reflexión sobre “Dos minutos en bicicleta

  1. La bicicleta el mejor medio de transporte y para hacer ejercicio, el más completo.

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